Hemos oído en multitud de ocasiones, que la adolescencia es la etapa que supone la transición entre la infancia y la edad
adulta; es entonces una época de cambios y dudas. La tarea más importante de la adolescencia es aprender a ser uno
mismo y crear su propia identidad: que se traduce en aprender a tomar decisiones, nuevas prioridades, compromisos y
ganar la experiencia necesaria para ir gozando de mayor independencia. Es un proceso que lleva su tiempo y esto
habitualmente se nos olvida a los adultos.
Es muy difícil para ambos, padres y adolescente, encontrar el equilibrio entre la dependencia que se tiene por la
protección que los padres han dado hasta ese momento y la independencia que el adolescente desea para poder
experimentar y vivir el mundo que le rodea. En ocasiones necesitan los consejos de los padres, aunque paradójicamente
no suelen pedirlos; y otras veces desean ser totalmente libres y que nadie se entrometa en sus asuntos. Esta
ambivalencia es muy difícil para ellos mismos y mucho más para los padres, ya que les resulta muy difícil adivinar en
qué momento se encuentran.
Algunos padres, temen dar demasiada libertad y que sus hijos no respeten las normas que ellos consideran necesarias
y ante esto imponen sus reglas sin opción al diálogo queriendo retrasar el momento de que los chicos tengan plena
independencia. Otros padres, y más en la sociedad actual que vivimos, ante la falta de tiempo, no tienen ganas de
discusiones ni consideran los problemas de sus hijos como importantes, dejan a los adolescentes que hagan lo que
quieran y que les cuenten lo menos posible para no ser molestados.
En este momento, el adolescente sigue en una fase de educación, y la disciplina es imprescindible. Tienen que aprender
que hay que tolerar las normas, ya que los adultos continuamente tenemos que ceñirnos a ellas. Por lo tanto tienen que
adquirir la tolerancia a la frustración de no poder hacer lo que uno quiere cuando uno quiere.
Al hacerse mayor, los adolescentes se cuestionan cada vez más las normas que les rodean, ya que a su vez están
aprendiendo a tomar decisiones y a resolver los conflictos que se generan a su alrededor. La disciplina es una
herramienta básica en la formación de una persona responsable, estable y que respete los derechos de los demás.
Una manera de hacer que los hijos respeten las normas que los padres imponen es fomentar un comportamiento
responsable, entendiendo que ellos son libres de elegir pero explicándoles la conveniencia de realizar lo que
pretendemos que ellos hagan. Hay que ayudarles a expresar sus sentimientos, intentando fomentar el diálogo y la
comprensión de lo que dicen; tienen que sentirse reconocidos por lo que hacen bien y no sólo criticar o exigir un cambio de
lo que hacen mal; es importante que el hijo se sienta escuchado y tenido en cuenta a la hora de establecer normas
nuevas, para que así adquieran habilidades de negociación y se sientan implicados cuando tengan que llevarlas a cabo.
Los adolescentes además tienen que percibir que los padres son el mejor modelo a seguir y que son fieles a sus
principios; por lo que dar ejemplo es el mejor argumento que se puede tener para convencerles de que hagan lo que
pretendemos. Si unos padres gritan a su hijo, se le está enseñando que el mejor modo de conseguir algo es por medio
de este método, estamos de acuerdo que el adolescente se encuentra en una etapa de aprendizaje, por lo tanto hay
que educar en discutir de forma sosegada, inteligente y tolerante. Los jovenes necesitan percibir que se les tiene en
cuenta, que ya no son esos niños del pasado y que su opinión es merecedora de ser tenida en cuenta, por lo tanto, tiene
que sentir que se les respeta su espacio y su derecho a tener opinión, así hay que darle un margen de decisión en el
momento de organizar las tareas a realizar y decidir conjuntamente cuáles serán su responsabilidad. Mejoraremos, de
este modo, su autoestima, que también se está forjando en esta etapa.
Lo más importante es que ellos perciban que se es justo. Hay que ser muy constantes y firmes y ambas partes
entender que el beneficio es mutuo: se mejorará la convivencia y nadie verá vulnerada su libertad de expresión en el
seno de la familia.
Fuente: Familia paso a paso
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