Durante mucho tiempo, el hombre a tratado de definir y
aclarar un ideal de desarrollo, un ideal de madurez, visto en sus inicios como
el cambio y la evolución física a la cual posteriormente se le anexarían
otras cualidades y habilidades.
Surgen así diferentes conceptos y teorías que tratan de
englobar las características de un ser humano funcionando óptimamente, el cual
no sólo poseía destrezas físicas, sino también destrezas en otros niveles,
que le permitirían vivir en sociedad y funcionar efectivamente en ella. Es así
como surgen los conceptos de madurez e inteligencia emocional, partiendo de los
modelos postulados, en un inicio por el humanismo renacentista, cuyo concepto de
madurez se hallaba firmemente representado por una personalidad moderada,
respetuosa, autocontrolada, modesta, sabia y libre de avaricia y afán de
prestigio.
Posterior a ello, surge el concepto de autorrealizacoión, el
cual parte del presupuesto de que el hombre lleva en su interior una
inspiración a dirigirse hacia significados, valores y metas y a traspasar de
este modo las fronteras existentes, lo cual equivale a una máxima realización
de las potencialidades únicas e irrepetibles de la persona (Maslow, 1983)
Con el paso del tiempo y el incremento de las
investigaciones en un afán por aclarar estos conceptos, surgen teorías más
elaboradas como la de Steiner (1998), quien señala que la educación emocional
y por la tanto, la madurez emocional, están conformadas por 3 capacidades:
- La capacidad para comprender las emociones.- La capacidad para expresarlas de una manera productiva y- La capacidad para escuchar a los demás y sentir empatía respecto de sus emociones.
Estas 3 capacidades juntas, nos permiten mejorar nuestro
desarrollo personal y calidad de vida conjuntamente con la manera de
relacionarnos con otros, además crean posibilidades afectivas entre personas,
hacen más cooperativo el trabajo y facilitan el sentimiento de comunidad.
Sin embargo, hoy en día es más probable encontrarnos con
personas que sean en extremos sensibles y vulnerables o por el contrario,
bastante rígidas e incluso hasta inflexibles, en el caso de las últimas, todo
este esmero por evitar expresar y sentir emociones, podría tener su inicio en
la infancia, cuando frente a situaciones dolorosas como el desinterés de
nuestros padres, las burlas escolares y diversas tensiones emocionales, en los
cuales se niega el afecto necesitado y sólo se proporciona para manipular
nuestro comportamiento, en el cual se nos concede si somos "buenos" y
se nos retira si somos "malos". Lo que nos va condicionando
silenciosamente para ocultar lo que sentimos y deseamos.
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